Yo que una vez te hablé de vuelos de pájaros
hacia el horizonte tardío,
Yo que fuí capaz de inventarte caminos
que me rodeaban en espiral
para así recibirte siempre con los brazos tendidos,
Yo, amante desbocada,
me he quedado ciega a la orilla del deseo.
Y te sorprendes buscandome lunas,
cazando aleteos furtivos
de alguna tristeza que resucita,
te sorprendes recitando mi nombre,
letras muertas que ya no conjuran
y es sólo silencio
o el deje de un respirar cansado
lo que habita éste cuerpo-celda que tanto invocas.
No te permitas las ataduras del recuerdo,
no quieras anclarte a mi vientre
justo ahora
cuando zarpan mis barcos
hacia el lugar donde se hacen las sombras
y es la soledad la piedra donde nacen
y el alfiler en que se asientan
todas mis verdades.
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