La noche convulsionada avanza
arrastrando sus espinas que son estrellas
que son llanto derramado en las sombras
duendes fúnebres que se beben y sacian en mi.
La niña lejana que un día fuí abandona
su cubo de inconciencia
se olvida de que ya no existe
se cree viva y dueña de lo que ya no soy
y no seré.
Me desgarra
se escapa
y con los restos de mi cuerpo desposeído
se hace una cuerda y cruza
al otro lado
donde los desaparecidos
retornan.
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