No quiero que un príncipe azul me rescate.
Lo cambio por un hombre normal,
un ser mundano que tenga callos en las manos
de tanto trabajar.
Que sea de sangre roja, como el carmín
sin capa ni espada
y con la piel bronceada por miles de jornadas
bajo el sol.
Que no venga en caballo, sino a pie
para que juntos escalemos el destino
lejos de las voces que nos callan,
nos transforman
y nos arrancan en vida cada gota del amor.
Yo no quiero un principe brotado de un cuento
quiero un obrero que fabrique sueños...
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